en la que elegiremos el nuevo Parlamento Vasco.

miércoles, 13 de marzo de 2013

Benedicto XVI, verdadero y principal responsable de todo lo que se le quiere liberar


Antes de que salga la fumata blanca unas líneas para despedir al Papa que lo deja. Juan José Tamayo lo dice muy clarito en su artículo:

Por mor de su dimisión, Benedicto XVI ha pasado, de la noche a la mañana, de ser uno de los más criticados de los últimos papas dentro y fuera de la Iglesia, de ser acusado de inquisidor de la fe y considerado el látigo intelectual de la modernidad, a convertirse en un respetado y venerable anciano que decide renunciar al pontificado por falta de fuerzas y cuyo pasado se olvida, se pone entre paréntesis, se oculta o se disculpa. A partir del 12 de febrero, día en que anunció su renuncia, las críticas hacia su persona y sus actuaciones se han tornado elogios, y los análisis objetivos de su pontificado se han convertido en ditirambos  (“alabanza entusiasta y exagerada de algo o alguien”, María Moliner, Diccionario de uso del español).

La dimisión ha tenido un efecto balsámico y autorredentor. Lo que no deja de ser llamativo tratándose de una persona que está a punto de cumplir 86 años y ha ejercido el poder durante más de siete lustros en puestos de máxima responsabilidad en la cúpula de la Iglesia católica: cinco años como arzobispo de Múnich, una de las diócesis más importantes de Alemania, 23 años como presidente de la Congregación para la Doctrina de la Fe y casi ocho años de Papa. Lo único que parece quedar de su pasado es el gesto ciertamente inusual, y quizá ejemplar, de la dimisión, que no se había producido en el catolicismo desde hacía seis siglos.

Se pretende eximir a Benedicto XVI de toda responsabilidad en los errores, escándalos, deslealtades, corrupción, abusos sexuales, pederastia, autoritarismo, falta de democracia, irregularidades económicas, robo de documentos, mal gobierno, discriminación de las mujeres y persecución de los teólogos y las teólogas, cuando es el verdadero y principal responsable. Las culpas tienden a cargarse sobre sus más inmediatos colaboradores y sobre Juan Pablo II. Se olvida que, durante buena parte del pontificador anterior, el cardenal Ratzinger fue su ideólogo, su mentor, su brazo derecho y el autor o inspirador de buena parte de los documentos más conservadores de aquel pontificado. Juan Pablo II y el cardenal Ratzinger eran almas gemelas en plena sintonía, en perfecto entendimiento, sin desacuerdos, con un reparto consensuado de papeles.