en la que elegiremos el nuevo Parlamento Vasco.

viernes, 13 de noviembre de 2015

Catalunya y la cadena de errores

Texto y foto de
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En los dos debates de su frustrada investidura, Artur Mas ha descubierto que su victoria el 27-S era amarga, muy amarga. Tanto que ha provocado un bloqueo institucional. 
Con un Parlament capaz de aprobar una declaración que proclama la desobediencia de las leyes del Estado y el proceso hacia una República catalana y, a la vez, incapaz de elegir a un presidente para que lidere la independencia. Mientras, las fuerzas mayoritarias en España sólo ofrecen mano dura. Ni una sola alternativa creíble. 
Estos son siete eslabones de la cadena de errores que nos han llevado hasta aquí.
La responsabilidad del PP. Con la perspectiva del tiempo, es evidente que el máximo responsable de la desafección de casi la mitad de la población catalana respecto a España está en la incapacidad histórica de la derecha española de comprender las aspiraciones de Catalunya.
La ideología es importante: Los mundos que representan Convergència Democràtica de Catalunya (CDC) y las Candidaturas de Unidad Popular (CUP) sólo comparten, y desde hace muy poco, la aspiración de la independencia.
ERC, silenciada. Cuando Esquerra Republicana de Catalunya aceptó ir en Junts pel Sí, nos preguntábamos ¿Por qué ERC pone su patrimonio de coherencia independentista y limpieza en la gestión pública al servicio de la estrategia de su gran rival? ¿Por qué renuncia a la posibilidad de liderar el camino hacia la soberanía? Cinco meses después, las preguntas siguen sin respuesta. 
CDC, atrapada. En su intento de ganarse a las CUP, Artur Mas y Convergència estamparon la firma en una declaración que va más allá de lo que estaban dispuestos sus sectores más moderados.
Error de cálculo. Todos los pasos realizados por Artur Mas y la cúpula de CDC iban encaminados a salvar el poder pese a la sostenida decadencia del partido, desgastado por la gestión de la crisis y la corrupción. Hasta ahora la tan proclamada astucia del President había dado resultado. El momento estelar de esta estrategia fue aquella tarde del 13 de julio en el Palau de la Generalitat, cuando Artur Mas dijo a los partidos y a las entidades soberanistas que, o iban juntos, o no había elecciones. Fueron Junts pero no alcanzaron los escaños suficientes. Faltó uno. 
La tozuda pluralidad. El mayor éxito de Junts pel Sí fue instalar en el imaginario colectivo la existencia de un plebiscito el 27-S. Significaba una distorsión de la realidad porque en el supuesto ‘bloque del no’ se situaban fuerzas políticas que defienden el derecho a decidir (Catalunya Sí Que Es Pot), la confederación (Unió), el federalismo (PSC) y dos caras del estatus quo, Ciutadans y Partido Popular.
El factor 20-D. El pulso entre el soberanismo y el Gobierno central consistía en mover las piezas sin cometer errores. En no dar pasos en falso que pusieran en cuestión la legitimidad de cada una de las partes ante la comunidad internacional. Emprender el camino hacia la independencia sin el respaldo de una mayoría social deteriora la proyección exterior del Procés, ante los gobiernos y ante la prensa. Era el error que esperaba el Gobierno del PP. Y lo está rentabilizando a fondo. Mariano Rajoy ya tiene su gran argumento electoral. Ciudadanos también. El PSOE se ve obligado a sobreactuar en su defensa de la unidad. Y posiblemente el independentismo contribuirá a desgastar a los dos únicos partidos que proponen una salida negociada, Podemos e Izquierda Unida, y frustrar así la regeneración que precisa la democracia española.