en la que elegiremos el nuevo Parlamento Vasco.

jueves, 17 de agosto de 2017

Dicen: «Poner las urnas no puede ser ilegal. ¿Qué hay de malo en ello?».

Eso solía preguntarse en voz alta Ibarretxe de manera insistente. No es cierto. Y en mi opinión, toda aquella etapa fue un grave error político.

La respuesta a aquellas preguntas es sencilla. Votar, si se vota respetando la limpieza del proceso, es democrático se vote sobre lo que se vote y en el ámbito que sea.

Como decía Sartori, entre la democracia griega y la moderna existe homonimia pero no homología: las llamamos igual pero son cosas distintas. Si hablamos de los regímenes políticos existentes en nuestro entorno que llamamos ‘democracias’, y que se definen a sí mismos como «democracias constitucionales» evolucionadas de las ‘liberales’, no puede afirmarse que votar sea siempre democrático. Y para explicarlo, nada más sencillo que un ejemplo. Supongamos que la mayoría gobernante de un municipio (pueden poner si lo prefieren una región, nacionalidad, estado, da lo mismo) decide convocar un referéndum abierto absolutamente a todos los vecinos, con votación igual, secreta, libre y reposada, para decidir si en el futuro van a quedar excluidos del vecindario las personas que sean comunistas; o las falangistas; o las heterosexuales. Si cumple con todas las reglas de libertad, igualdad e inclusividad, ¿sería democrático este referéndum y debería por tanto permitirse su celebración?

Estoy seguro que todos los lectores responden intuitivamente que no. Y tienen razón, porque ese proceso violaría derechos fundamentales. Pero esa intuición choca, como es patente, con la afirmación previa de que toda decisión popular adoptada en un proceso libre e igual es por definición democrática. Estamos ante una aparente contradicción en los términos: un proceso ‘democrático’ que no es admisible en ‘democracia’. No es legítimo poner urnas para votar sobre esta cuestión. Modificar el ámbito territorial de España exige una reforma constitucional compleja (con voto referendatario de todo el pueblo español) y una reforma del Estatuto catalán (con voto de dos tercios del Parlament y subsiguiente popular catalán). Esas son las reglas del juego, el único democrático hoy por hoy. Pueden cambiarse, claro está, pero no desconocerse.

  • 13 ago. 2017
  • Ruiz Soroa. El Correo (Araba/Álava)