en la que elegiremos el nuevo Parlamento Vasco.

jueves, 22 de noviembre de 2007

Juan Carlos I o no le pidamos peras al olmo.

Por estas fechas, creo que hoy concretamente, el día X+2, su alteza celebra su 32º aniversario de la subida al trono, "puesto de trabajo" que consiguió, no lo olvidemos, porque su antecesor en la Jefatura del Estado, esta vez me voy a ahorrar adjetivos para aquel hijo de la gran puta, en virtud de su suprema potestad, así lo había dispuesto.

Por cierto, os recomiendo la lectura sosegada del artículo de Santos Juliá el pasado sábado en EL PAIS. Y tal como opina este escritor, la Corona desde entonces se mira pero no se toca. Pero parece que a partir de ahora tendrá que estar a las duras y a las maduras. Una familia tan numerosa y costosa para el erario público, con divorcios, separaciones, suicidios, y muertes en su entorno, juicios a la prensa por opinar sobre ella, desestabilizaciones en las relaciones entre estados por sus actos en citas internacionales, alardes públicos excesivos y reiterados de buena vida, y un largo etc... , que había conseguido pasar mas o menos desaparcibida y que nunca había conseguido acaparar tanto protagonismo en sus ya largas tres décadas.

Por otra parte, la semana pasada leí en el blog Im-Pulso, cuyo eslogan es "Satanizar, endiosar y creer es más cómodo y rentable que analizar, contextualizar y dudar", que hace ahora cinco meses el jefe de Estado español, Juan Carlos I, otorgó el Toisón de Oro a su homónimo de Arabia --país apellidado saudí porque es la finca de los Saúd--. El Toisón de Oro es la máxima distinción de la monarquía hispana y, por tanto, comparable a la Legión de Honor que concede la República Francesa, por poner un ejemplo. Pues bien, la Justicia del Estado saudí es esta: Una joven violada por seis machos ha sido condenada a seis meses de cárcel y a 200 latigazos "por estar en el coche de un hombre" cuando fue abordada por sus agresores.

No es un caso aislado. La misoginia violenta, el desprecio al infiel, la pena de muerte por razones religiosas y la ausencia de respeto a los derechos humanos más elementales son el pan de cada día en el país del amigo Abdelaziz. Esa barbarie es norma desde hace décadas y cosa sabida por todos --incluidos los jefes de Estado--.

Resumiendo, que hoy es un buen día para recordar que el jefe de estado que tenemos es el que Franco quiso que tuviéramos.
¡No le pidamos peras al olmo!

¿Qué?, ¡que te calles!...

Hay golpes de genio innecesarios y pesebrismos injustificables.