en la que elegiremos el nuevo Parlamento Vasco.

viernes, 11 de abril de 2008

Entre el tiempo y la eternidad

Me ha gustado leer la conferencia completa que bajo el título de "Entre el tiempo y la eternidad" ofreció Txema Montero en Donostia el pasado miércoles.

En la misma señala seis importantes cambios sociales acaecidos en nuestro país en los últimos 30 años:

i) la pérdida de épica del nacionalismo (Gernika y el Proceso de
Burgos quedan lejos);
ii) la persistencia de ETA, con la innegable contaminación que
extiende al nacionalismo institucional, incapaz de otra cosa que
condenarla por sus hechos y al mismo tiempo pretender su
redención.
iii) la secularización de la vida, con lo que supone de privatización,
consumismo y relativismo (pensamiento débil, en acepción laica),
iv) la aparición de individuos que no se sienten vinculados con un
sentimiento de fratría al nacionalismo vasco,
v) el desgaste propio de treinta años ininterrumpidos de gobierno en
las instituciones,
vi) el olvido relativo de la importancia de los detalles y de la
micropolítica en el mundo del nacionalismo, demasiado
convencido de que todo está hecho o de que los votantes llegan
porque siempre están ahí y no por que en cada elección hay que
convencerles con hechos y argumentos.


Y, según Montero, las causas del “disgusto” contra el nacionalismo vasco conforman un amplio abanico casuístico, a algunas ya me he referido hace un momento:

i) su sempiterna presencia en las instituciones de Gobierno;
ii) la escasa circulación interna de sus cuadros políticos,
institucionales y para-institucionales.
iii) las primeras emergencias de corrupción.
iv) su falta de éxito en cuanto a sus objetivos de máximo, en
cualquiera de sus acepciones (independencia-autodeterminación,
derecho a decidir-bilateralidad);
iv) la paradoja de proclamar un nivel de autogobierno factor de los
mejores índices de bienestar a escala europea, para luego
cuestionarlo, y si tan bien estamos, se pregunta la gente corriente,
para qué cambiar, sobre todo si el cambio supone riesgo de perder
el bienestar
v) y la cada vez más insoportable percepción de que siempre
estamos empezando, de que la excepción y no la normalidad
democrática son los hechos claves de nuestro estar en
sociedad.

Sin duda, merece la pena una lectura completa del texto.