en la que elegiremos el nuevo Parlamento Vasco.

miércoles, 11 de febrero de 2009

Muskiz o donde dije "digo", digo "Diego".

He visto ejemplos cercanos de alcaldes que en una legislatura han defendido una cosa y en la siguiente, con tal de mantenerse en el sillón, lo contrario, y quedarse, aparentemente tan tranquilo. No tienen la conciencia tranquila y allá ellos con sus remordimientos. No se les suele ver especialmente contentos consigo mismo, pero eso ya es su problema. Como diría alguno: "Me la pela".

Pero el caso de Muskiz es especialmente curioso. Un alcalde de un partido, EA, que basa su campaña en contra de la planta de coque. Jura y perjura que si el llega a la alcaldía, aquello no se hace. La gente le vota, aunque no lo suficiente y tiene que pactar con su rival por excelencia para despachar del poder a su socio en el gobierno vasco. Según ellos, y según parece, mas vale pactar con el "enemigo", "su" enemigo, para conseguir parar una obra que si no es por ellos, se realizaría, tal como decían en su campaña, sin ningún problema por parte del equipo de gobierno desplazado del poder.

Pero pasan los meses, y he aquí que donde dije "digo", digo "Diego", y donde prometí un "no" ahora voto que "sí". Y encima lo intentan justificar sin plantearse ni una vez dimitir, puesto que parece que la dignidad la perdieron hace tiempo.

Conclusión, que en dos años, traicionan al partido con el que tienen un pacto de gobierno a nivel nacional, pactan con el que ellos consideran a otros niveles un partido endemoniado, prometen un no, y la conclusión de todo ello es que al final, a la hora de la verdad, votan un sí.

Es el mismo partido que ahora a todos los demás nos acusa de tibios y de cobardes, e incluso de traidores por el tema, por ejemplo, de la consulta. Pero, visto lo visto, ¿les queda todavía un poquito de vergüenza como, por lo menos, para hacer dimitir a ese alcalde colega suyo para poder seguir diciendo con voz alta lo que dicen? ¿Queda algún incauto que confié en la palabra de los chicos y chicas de Unai Ziarreta? Y en mi casa, ¿Sigue quedando algún incauto dispuesto a pactar con ellos y fiarse de su palabra?