en la que elegiremos el nuevo Parlamento Vasco.

sábado, 7 de agosto de 2010

Diario de vacaciones. Capítulo 05. Día 7



He aprovechado el rato en el que mi hijo ha ido a la ducha para escribir estas líneas. No estoy en la terraza. Son unas líneas rápidas. Las escribo en mi habitación, y son una líneas escritas con urgencia.

Hoy es domingo, el día siguiente al sábado en el que mi hijo pasó la resaca, tal vez su primera resaca, de la borrachera que trajo a casa el viernes a la noche.  Le he propuesto un plan para pasar lo que queda de mañana juntos, son las once aproximadamente, y ha aceptado sin poner pega alguna. Me extraña. Cuando todo va sobre ruedas me extraña. Cuando todo va sobre pedregales me enfada. De la extrañeza al enfado.

La relación con mi hijo es un viaje a través de una montaña rusa.  Pasamos de discutir por cualquier cosa al abrazo lleno de energía en un abrir y cerrar de ojos. No sé si está bien que un padre y un hijo tengan una relación tan aparentemente discontinua, pero no soy capaz de reconducirla hacia caminos más convencionales. Desde mi separación la relación con mis hijos ha cambiado. En algunos temas a mejor, en otros, supongo, a peor. Pero de estos últimos no soy consciente. Me siento más cercano, aunque en ocasiones esta cercanía se vuelve contra mi porque una orden se convierte en discusión y durante dicha discusión utilizamos tonos y maneras poco convencionales, poco aconsejables. Formas que no aparecen en ningún manual sobre la paternidad aconsejable.