en la que elegiremos el nuevo Parlamento Vasco.

viernes, 24 de septiembre de 2010

¿Racista?, No, lo que no quiero es convivir con una persona que no respete las normas de convivencia

¿Estais convencidos de que la mayoría de los problemas que se dan en nuestra sociedad y que en la prensa vienen marcados bajo el epígrafe de racismo realmente lo es?

¿Entonces por qué insisten los medios de comunicación en llamar racismo a algo que no lo es?

 Me disponía a escribir un post sobre el tema cuando he leído el de Felix Soria y me he sentido perfectamente reflejado en lo que decía:


En la encasillada sociedad occidental casi todo está convenientemente etiquetado, como corresponde cuando hay un orden prescrito. La mayoría de esas etiquetas evitan llamar a las cosas por su nombre. Así, por ejemplo, a fecha de hoy, en Europa el llamado problema gitano no es fruto del racismo.


Hay discriminación, ¡sin duda!, pero en el 99 por ciento de las ocasiones --o más-- no se trata de una discriminación por cuestión de raza o etnia, sino que obedece a otros motivos y, por ende, los motivos están perfectamente identificados.

Los políticos de orden --incluidos los superficiales dirigentes de la izquierda caviar-- se han aficionado a etiquetar y utilizan, entre otros sellos, el del racismo para solventar lo que no ven o lo que no quieren ver. 

En lo tocante al secular problema gitano, es más fácil etiquetar que analizar y reconocer que en la mayoría de las ocasiones y 
a fecha de hoy la actitud de la generalidad de la ciudadanía frente a los gitanos, o parte de ellos, no es fruto del racismo sino de otros factores
  
Ni que decir tiene que el Gobierno francés está sobreactuando, pues no es de recibo que el Ejecutivo ordene desmantelar asentamientos ilegales y subraye que hay que actuar con especial contundencia e intransigencia en el caso de los gitanos.

Pero el origen y lo esencial del problema gitano, en toda Europa, no es que un partido, una organización civil o un gobierno señale de forma irracional a ese colectivo. El problema gitano es más simple y parece que hay miedo a hablar claro. De entrada, urge reconocer que el problema gitano es, ante todo, de los gitanos y son ellos los que deben sentar las bases para solucionarlo. Pero sus dirigentes asumen este reto sólo tangencialmente y siempre los hacen adoptando una actitud victimista y descargando de toda responsabilidad a los gitanos. 

A la inmensa mayoría de los ciudadanos les importa un pimiento que el vecino de su escalera o de su barrio sea gitano, chino, africano o aborigen australiano. No vale engañarse, 
¡ya está bien de recurrir a la palabra racismo para calificar todo tipo de rechazo o prevención!

En este caso, aunque se nieguen a reconocerlo los gitanos, lo que más molesta, lo que más rechazo genera y lo que a la postre acaba en discriminación no es la etnia, sino el incumplimiento reiterado de normas básicas de convivencia. Porque la obligación de convivir está por encima de cualquier otro tipo de consideraciones. Y esta obligación la tienen todos los ciudadanos, también los de etnia gitana.