en la que elegiremos el nuevo Parlamento Vasco.

jueves, 16 de septiembre de 2010

Sindicalismo confuso

“En Vistalegre había 12.000 que, en día de diario, no estaban en su trabajo. No sé si eran todos liberados o pidieron un día libre sin cobrar, cosa que dudo.” -Mariano Rajoy, presidente del Partido Popular-.
Si el gobierno necesitaba a alguien que le hiciera el trabajo sucio para desactivar la huelga del 29, está de suerte: ha encontrado a la persona adecuada. Gracias a Esperanza Aguirre y sus huestes, los sindicatos reciben un golpe tras otro sin que el gobierno se manche las manos. Y gratis, pues Aguirre lo hace por amor al arte, por afán de protagonismo o por nuestro bien, que no sabemos qué es peor en su caso.
Se supone que la huelga está convocada contra la política económica del gobierno, pero ya ven: mientras ministros y miembros del PSOE tratan con guante de seda a los sindicatos (y salen en su defensa en la polémica de los liberados), la derecha política y mediática dispara artillería pesada día sí y día también. Cualquiera diría que unos y otros representan el viejo teatro del poli bueno (el PSOE) y el poli malo (el PP), de forma que los primeros parecen decir a los sindicatos: “Cuidado con darnos mucha caña, que como gobiernen los otros os irá mucho peor…”
De todas formas se entiende la ojeriza que tiene Aguirre con los sindicatos. Aparte de su populismo fácil y su fundamentalismo neoliberal, la presidenta madrileña les tiene guardadas unas cuantas a los sindicatos, tantas como veces le han plantado cara con una huelga, una manifestación, una pitada o estropeándole una foto. El problema para Aguirre no es que en sus horas sindicales los delegados se den un paseo, se vayan al Corte Inglés o al gimnasio (que de todo habrá, aunque también hay mucha leyenda urbana), sino que en esas horas se dediquen a revolverle a los trabajadores, y a denunciar sus políticas privatizadoras y de deterioro de lo público.
Por una vez le doy la razón a Aguirre: la reducción del número de liberados y delegados, y de las horas de que disponen, sería un gran ahorro presupuestario, mucho más que lo que según el gobierno madrileño se dejaría de gastar en sustituciones. Sin representantes de los trabajadores que organicen la protesta, Aguirre podría meter tijera a placer, privatizar con menos resistencias y recortar sueldos sin que los de Metro le aguanten el pulso.