en la que elegiremos el nuevo Parlamento Vasco.

viernes, 7 de septiembre de 2012

Oreja "da canchita" a Bildu


Desgraciadamente los hechos que se van produciendo en el caso Uribetxeberria dan la razón a quienes desde el principio calificaron estos acontecimientos como un auténtico espectáculo circense. 

Los protagonistas principales han visto la cuestión como la ocasión perfecta, algunos, para sacarle el máximo rendimiento político y electoral, como es el caso de la izquierda abertzale, otros, para someter al Gobierno y al PP contra sus propias cuerdas, como es el caso de algunos medios próximos y dirigentes como Mayor Oreja que lo aprovecha para sus peleas políticas personales. 

La actuación del Gobierno, correcta desde el punto de vista legal en sus decisiones, sobre todo la relativa a la concesión al penado del tercer grado penitenciario; sin embargo, ha sido nefasta a la hora de comunicar a la opinión pública las razones jurídicas y la finalidad de dicha decisión, conforme a lo que establece el artículo 104 del Reglamento Penitenciario. Razones que se basan única y exclusivamente en la aplicación del principio de humanidad y de dignidad personal. Principio que debe inspirar la aplicación de las normas penitenciaras, por encima de otras consideraciones como pueda ser las relativas al perfil bárbaro y cruel del propio penado. Igualmente correcta ha sido la actuación de la Administración Penitenciaria que una vez clasificado el interno en tercer grado, ha cumplido con su obligación de incoar el expediente de libertad condicional. Frente a dicha actuación, resulta incongruente y hasta hipócrita la actuación del Ministerio Fiscal que habiendo aceptado los fundamentos para la concesión del tercer grado y reconocido la existencia del hecho causante, ahora, en el recurso interpuesto se enzarce en disquisiciones formalistas sobre el diagnóstico médico, señalando que si bien padece una enfermedad grave e incurable, sin embargo no existe peligro patente para la vida, pues no hay diagnóstico sobre la inminencia de dicho riesgo. 

Estoy convencido de que las posiciones del Ministerio Fiscal en este caso están absolutamente condicionadas por el perfil criminal de Uribetxeberria, por ser el secuestrador de Ortega Lara. Tengo la convicción de que el fiscal busca ahora corregir su ‘mala conciencia’ por no haber recurrido la decisión administrativa de concesión del tercer grado. Si la Fiscalía se hubiera opuesto al tercer grado, su posición actual sería coherente, pero los actos propios le delatan. El Ministerio Fiscal sabe, porque lo ha compartido en otros casos que la finalidad principal, por no decir exclusiva, de la concesión del tercer grado a un etarra no arrepentido por enfermedad grave e incurable, por la vía especial del artículo 104.4 del Reglamento Penitenciario, es la concesión posterior de la libertad condicional. ¿A cuántos presos por delitos terroristas que no se hayan desmarcado de la violencia con enfermedades graves e incurables se les ha concedido el 3º grado y negado la libertad condicional? 

Sin embargo, es un hecho evidente que quienes accedieron al 3º grado se beneficiaron inmediatamente de la concesión de la libertad condicional en aplicación precisamente del principio de humanidad y de dignidad humana, que reclama el derecho a una muerte digna, sea cual sea el historial criminal. Es obvio que el diagnóstico médico de Uribetxeberria apunta clarísimamente a una situación de peligro patente para su vida. No tienen ningún sentido las disquisiciones sobre si ese peligro es inminente cuando estamos hablando de una persona cuyo ‘índice vital’ nunca pasaría de entre nueve y once meses. Lo cierto es que estas batallas y rencillas que se juegan en Madrid tienen repercusión directa en Euskadi, entrando de lleno en la precampaña con vocación de permanencia. Es obvio que estas intromisiones, particularmente las teorías de Mayor Oreja, vienen de maravilla para las pretensiones electorales de la izquierda abertzale, aunque ello suponga un claro envenenamiento de la situación política. Curiosas coincidencias.

Recogido del artículo de Xabier Gurrutzaga en EL CORREO